
En el Caribe de Costa Rica anidan cuatro especies de tortugas marinas: la tortuga boba, la tortuga verde, la tortuga carey y la tortuga laúd. Gracias a los múltiples programas de conservación de tortugas que existen en el país, el número de nidos por año de todas las tortugas marinas ha aumentado desde los años 70.
Durante los tres años estuve trabajando en la Reserva Pacuare como coordinador de la misma, entre mis responsabilidades estaba patrullar la playa para monitorizar la anidación de las tortugas (aunque cada año salía menos a patrullar).
Conoces nuestro curso de estudio y conservación de tortugas marinas en Costa Rica. Échale un vistazo aquí.
Tortugas marinas del Caribe de Costa Rica
Antes de continuar, déjame que te hable un poco de las 4 tortugas marinas que podemos encontrar en el Caribe de Costa Rica
La tortuga boba o cabezona (Caretta caretta) que anida muy esporádicamente ya que suele preferir zonas más norteñas, teniendo en Florida su principal área de anidación a ese lado del Atlántico.
La tortuga verde (Chelonia mydas) tiene una de sus playas más importantes de anidación mundial en el famoso Parque Nacional de Tortuguero, del Caribe tico. Entre 17.000 y 37.000 hembras ponen una media de 100.000 nidos ¡al año! en esta playa.
La tortuga carey (Eretmochelys imbricata) tiene una anidación más deslocalizada en las playas de la costa Atlántica de Costa Rica, y se estiman unos 100 nidos anuales.
La tortuga laúd (Dermochelys coriacea), llamada baula localmente, es la mayor tortuga del mundo y tiene en el Caribe entre Panamá y Costa Rica su cuarta área de anidación más importante del mundo. Y era la tortuga con la que más trabajábamos en la Reserva Pacuare, donde hay una media de 500-1000 nidos al año (¡en solo 6 kilómetros de playa!).
Patrullar playas para proteger a las tortugas marinas de Costa Rica
Lo de patrullar suena un poco “policíaco”, es una traducción literal del inglés patrolling y quizá en España lo hubiéramos llamado algo más parecido a control de playas, (o más realísticamente “salto de toallas y esquivación de sombrillas”, al más puro estilo de Neo en Matrix).
Pero el caso es que todas las noches nos repartíamos la playa para monitorizar las tortugas que salían a anidar. Había que cubrir seis kilómetros de playa durante unas 10-12 horas y esta es una de las actividades más ansiadas, deseadas y esperadas por los participantes en nuestro curso de estudio y conservación de tortugas marinas que llevamos a cabo en el pequeño país centroamericano.
Otra razón por la que salíamos todas las noches a la playa era para evitar el furtivismo de los nidos y tortugas, ya que en el Caribe de Costa Rica todavía está muy arraigada la tradición de comer huevos y carne de tortuga marina, que aunque ilegal desde hace muchos años, sigue siendo el principal problema de conservación para las tortugas por estos lares. El mero hecho de estar en la playa disuade a los furtivos de saquear los nidos y nunca tuvimos enfrentamientos directos con ellos, si bien la playa también es patrullada por guardias privados y por la policía naval de Costa Rica.
Una patrulla nocturna habitual duraba cuatro o cinco horas, caminabas entre 8 y 12 kilómetros en completa ausencia de luz artificial para evitar molestias a las tortugas, muy sensibles a la luz en las playas, y en la temporada alta de anidación de baulas (entre marzo y junio) asistías a la anidación de entre 1 y 4 tortugas por noche.
En la Reserva Pacuare, además, una patrulla normal conllevaba caminar bajo la lluvia más del 50% de los días. En esta zona de Costa Rica caen unos 6.000 mm de lluvia al año. Así que el estado líquido era el más habitual durante las patrullas.
Yo normalmente estaba alojado en la estación sur de la reserva y desde allí siempre se salía a patrullar hacia el norte (los de la estación norte salían a patrullar hacia el sur y habitualmente nos encontrábamos a mitad de camino).
Te podía tocar salir a patrullar de 1 a 5 de la mañana, lo cual te descoloca mucho puesto que, como en esa zona del mundo anochece sobre las 6 y media de la tarde, antes de las 9 de la noche ya estás durmiendo, por lo que te tocaba levantarse unas horas más tarde y salir a caminar medio dormido, en medio de la lluvia, a oscuras y sin hacer ruido, lo que te asemeja más a un extra de “The Walking Dead” que a un asistente de un proyecto de conservación dispuesto a tomar un montón de datos científicos.
Una vez que te topabas con una tortuga saliendo del mar, esperabas a que comenzara a cavar su nido en la arena, cuya profundidad medías cuando estimabas que no iba a excavar más, y esperabas junto a su cloaca para contar los huevos según salían y caían al nido. Una baula puede poner más de cien huevos en un solo nido y puede salir más de 10 veces a lo largo de una temporada.
Mientras está poniendo los huevos, las tortugas están en una especie de trance, lo que te permite medirlas e identificarlas si es que estaban marcadas, en caso contrario, es el momento de marcarlas, normalmente con placas metálicas y ocasionalmente con un chip electrónico.
En cuanto a las medidas se suelen tomar la anchura y longitud del caparazón y en ocasiones otras medidas como la longitud de las aletas o de la tortuga en total, incluyendo cabeza y cola. Algunas baulas tienen caparazones de ¡más de 190 cm de largo!
A pesar de lo emocionante del trabajo, de lo importante para la conservación de las tortugas a largo plazo, de lo impresionante que son las baulas y de la sensación de ser útil de verdad, a veces cuando estabas de regreso tras haber asistido a la anidación de varias tortugas, lo último que querías es que saliera otra baula más con la que tuvieras que trabajar.
¿Que cómo apuntábamos todos esos datos bajo la lluvia? En cuadernos Rite in the Rain, con hojas parafinadas resistentes a la lluvia e incluso a sumergirse completamente bajo el agua (en una ocasión en la playa de Ostional del Pacífico costarricense, tuve que cruzar un río a nado con mi cuaderno en una mano, sin perder ni una sola nota y con cocodrilos al lado del estero y tiburones al lado del mar, pero es es otra historia…).
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